Nelly González
El perro no está más. Lo extrañamos. Cuando suena el timbre, nadie ladra. Cuando volvemos tarde, no hay nadie esperándonos. Todavía encontramos sus pelos blancos aquí y allá por toda la casa y en nuestra ropa. Los recogemos.
Deberíamos tirarlos. Pero es lo único que nos queda de él. No los tiramos. Tenemos una esperanza loca: si recogemos suficientes, vamos a poder armar el perro otra vez. – Lydia Davis
Nube llegó a mi vida el 14 de febrero del 2020 gracias a un amigo muy querido que nos juró que a pesar de ser un gigante de lo pirineos no crecería tanto, elegirla no fue difícil, de entre todos los cachorros ella era la que se acercó a modernos los zapatos, parecía un peluche regordete.
Al llegar a casa lloraba y lloraba, extrañaba a su mamá y a sus hermanos, a los pocos días cesó el llanto y en su lugar aparecía pipí y popó por todos los cuartos, a base de regañadas a los pocos meses aprendió a hacer sus necesidades afuera, ese mismo año fue creciendo de maneras desproporcionadas e inimaginables; para nuestra otra perrita Vani, que es muy pequeñita y vieja, era bastante molesto convivir con un cachorro que no sabía que su tamaño era tan grande y se subía sobre ella, sobre nosotros, sobre toda la gente, como si no tuviera control de su cuerpo gigante, era muy torpe y tierna, como la mayoría de los perros grandes.
Ese año le enseñamos a Nube el campo, la sierra, los lagos, subir montañas y poco a poco su torpeza fue sustituida por una increíble habilidad para protegernos, a donde quiera que llegáramos daba sus rondines de, sin mentir, varios kilómetros a la redonda para asegurarse de que no había ningún peligro: le encantaba el agua.
Descubrimos al paso del tiempo que era más perro pastor, las veces que llegamos a ir a lugares donde había vacas tenía una destreza innata para acarrearlas, juntarlas, guiarlas y no dudaba, por eso el ganado hacía lo que ella decía: una vez sacó a varias de un lago para nadar ella solita, así era nube, aventurera y arriesgada, no tenía miedo a nada ni a nadie, retaba nuestra autoridad y otras veces solo la cuestionaba. Esto nos hacía enojar porque no medía el peligro, una vez quiso enfrentarse a un pit bull con clara desventaja, también se escapaba de donde estuviéramos, lo que ocasionó que las salidas fueran menos.
No había un caminar o correr más majestuoso, y es que ella era hermosa: blanca con dos manchas cafés, una en la oreja y la otra en la espalda, sus ojos estaban muy humanizados, incluso tenían un delineado egipcio preciso, sus pestañas largas y esa manera de mover la cabeza cuando no estaba de acuerdo, su lengua larga y casi siempre afuera, llenando todo de baba, su pelaje abundante y blanco, más bien plateado, que dejaba por todas partes, peor que un gato, había Nube en la ropa, en la comida, en todas las áreas de la casa, hasta en las esquinitas que nunca tocaba había pelos. Dormía con nosotros, por lo tanto, ya éramos más pelos que humanos, pero nos gustaba la calma que daban sus ronquidos, el saber que un perro tan grande se sabe chiquito y amado nos gustaba mucho.
En el 2022 hubo cambios, drásticos cambios, para ella. Ya que nacería mi hija Eileen: dejó de dormir no solo en nuestra cama sino en la habitación, pero sus ladridos eran tan fuertes que despertaba/asustaba a la bebé, entonces nos vimos obligados a rentar otra casa, con un jardín igual de grande que ella para que el ruido no fuera tan fuerte y para que Nube tuviera mucho espacio para correr.
La casa está lejos de la ciudad, árboles y tranquilidad permean el lugar, o casi, el único ruido era su ladrido, pero así era Nube, siempre preocupada por nuestro bienestar; nos cuidaba tanto que cualquier sonido podría ser una alarma, a la cual le nombrábamos “alerta pirineo” porque iba desde ladrarle a un mosco a una persona que pasó a varias calles, o a unos perros a varios kilómetros, a unos pájaros que iban de paso, de vez en cuando también se ladraba a sí misma, en fin, era la mejor guardiana que pudimos tener, con ella no cabía el miedo.
Decíamos que a Nube le hubiera gustado ser Eileen para seguir siendo la mimada de la casa. Cuando se conocieron Eileen le sonrió genuinamente a Nube y Nube le dio la pata, como diciendo “a tus órdenes”, bromeábamos con que Eileen montaría a Nube y le haría pagar todas las travesuras que nos hacía. Yo creía firmemente que ¡Nube, no! sería su primera frase, pero no fue ni será así, porque después de 3 años se fue, dejó de hacernos guardia la más valiente y libre para que el silencio se hiciera.
Murió el 12 de abril del 2023 pero la encontramos un día después. El 13 de abril es el cumpleaños de mi hermano, olvidé felicitarlo, todo se sentía como un sueño, la irrealidad de su cruel muerte inundaba toda la casa, me agarraban ataques de llanto y no había nada peor que me dijeran que no llorara por un perro. Una amiga me dijo sabiamente que no hay tanta intimidad con alguien como con tu mascota, porque está ahí todos los días, solo dándote amor. Es parte de la cotidianidad, por eso su ausencia es más grande.
Los primeros meses de su muerte, pensábamos en ella todos los días porque dejó su pelaje por doquier. Fue sembrando plateados recuerdos. Siento su energía aún, vibran todavía las ondas de sus ladridos. Murió haciendo travesuras, murió feliz entonces, la curiosidad y el hacer lo que quería la llevaron a ese trágico final, pero desde días antes ya se auguraba algo malo porque su aspecto se veía demacrado, suponemos que no comía bien esa semana en que no estuvimos en casa. No haber estado en casa para ella es el dolor más grande, es el hubiera que cambiaría gustosa.
Pienso que el papel fundamental de la madre es proteger, cuidar y abrazar a sus hijos, por eso, el final de Nube duele tanto, existe ese sentimiento de culpa, de lo que puede haber hecho mejor, de mi forma descuidada de amor.
Todo lo que pudimos hacer diferente es una larga lista de errores, pero lo que hicimos ya no tiene importancia porque la realidad es que murió, nuestra bebita gigante ya no está, pero sigue siendo en nuestro corazón. Nube no era, Nube es y siempre será mi bella compañera. Ojalá su espíritu esté en otro lugar ahora y que ella siga siendo la Nube libre y feliz que nos cuidó tan bien este tiempo. Larga vida Nubencia de Jesús, gracias por enseñarnos la importancia del cuidado y la vulnerabilidad del instante. Nada es eterno, por eso la necesidad de estar presente en lo que hacemos, porque todo lleva nuestra firma, porque no hay oportunidad de corregir el pasado debemos amar intensamente a quienes están hoy.