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Pausa

He estado leyendo un poco sobre el tema y tratando de poner en práctica la meditación. No porque sea una persona espiritual, qué más me gustaría, sino porque quiero entender lo que soy. Y por qué es que soy. A lo largo de mi vida he ido construyendome por mis circunstancias y las personas que hay en ellas.

La meditación es tener curiosidad por lo que pasa en ti: no en tu cuerpo nada más, sino lo que hay en tu mente, el cómo funciona ésta.

Sin si quiera entender cómo llegas a tu cuarto, te sientas y respiras profundo. A lo largo del día te han abrumado emociones, muchas veces creadas por suposiciones, y también esos inagotables pensamientos que se desbordan y poco a poco van transformándose en mil ideas más, hasta que elevas el número de pensamientos al límite. En fin, llegas cansado y eres caos. No tomas importancia a lo que hay al rededor de ti. No volteas a ver el espacio que te envuelve, ni escuchas a quien te comparte sus palabras, tampoco descansas, sólo estás sintiendo y pensando sin prestar atención a una sola cosa. Quieres dormir para callarlo todo. Y asi pasan los días, hasta que te sientes tan pesado que lloras, que mientes y dices que sí, que todo está bien, que estás ahí y que estás dispuesto a dar y a escuchar. Cuando en verdad únicamente tienes fastidio, de tu vida y de todo en general.

No piensas en el suicidio porque en realidad no te disgusta vivir, más bien no entiendes cómo vivir bien, ni si quiera te importa esa felicidad de la que todos hablan allá afuera, tú solamente quieres estar tranquilo, poder descansar y llevar los días de la mejor manera. Respiras otra vez, y agradeces el corazón que sientes latir, sonríes porque hay comida en la mesa, tocas a tu perrito y sientes amor. ¿Por qué la vida no es más simple? O lo es pero tu mente no te da tregua y castigas tus días y te defines de manera rigurosa: «asi soy, no puedo cambiar». «Soy un miedoso», «soy flojo», «yo no haría eso, no soy así». Y ¿por qué? No será este el límite que nos hemos impuesto, nosotros únicamente, para no tomar la mayor parte de las posibilidades que nos muestra la vida, así que te dices: «yo soy sensible» o «yo soy muy enojón» y te lloras y te enojas y a elección tuya sigues viviendo como siempre. Sigues estando en la comodidad de vivir angustiado, triste, con malestar. Decía Galeano, a proposito de esto, que » al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día». Yo, por ejemplo, no soy esta mujer que escribe, soy cada letra también, cada espacio que hay entre los caracteres, soy lo que dijeron de mí aquel día en que me besé con un desconocido, soy la que lloró en muchas ocasiones por un amor que era malo para mí, soy la que se fue corriendo cuando tuvo miedo a un país extranjero, como si el lugar fuera el problema, y sin embargo, no soy sólo eso. Y sigo buscandome.

Quizá Buda se iluminó en el momento que dijo «no soy», porque a su vez lo estaba siendo «todo». La gente terca, orgullosa, con esa barrera que fue construyendo a lo largo de sus días, debería experimentar salir de su papel. Yo voy a tratar, porque no sólo quiero el bienestar mío, sino el de todos los seres que me rodean.

En la meditación se pueden aplicar diferentes técnicas, por decirlo así, y tú eliges la que mejor se te acomode. A mí me ha funcionado la del sonido. Esto es poner tu atención en algún ruido, por ejemplo en los pájaros detrás de tu ventana, o en el murmullo del tráfico, en algún sonido que tú prefieras incluso, como el del agua, de alguna canción, etc. Y se trata de ser conscientes todo el tiempo de que estás escuchando ese sonido, así puedes divagar pero darte cuenta de que tú atención se está yendo del sonido para en seguida regresar a él. Cuando estás meditando estás dándote cuenta que eres parte de algo más grande, que te rebasa. Estoy sentada, con las piernas cruzadas y la espalda recta, mis manos sobre las rodillas y los ojos ligeramente abiertos, respiro y noto las sensaciones de mi cuerpo, en seguida el sonido que está envolviendome, y pienso en eso. En el espacio del que soy parte, estoy en una cama, la cama está encima del piso, yo estoy abajo del techo, a lado del jardín y el jardín está en una casa, en una ciudad, en un país, de un planeta, en una vía lactea, y respiras, porque tus problemas no se ven tan grandes ahora. Los pensamientos llegan y pasan, para dar lugar a nuevos que en seguida también se irán. Todos los fenómenos que ocurren en la inmesidad del universo siempre van transformándose, como los pensamientos, por lo tanto todo eso que ahora sucede en tu cabeza es observado sin cuestionarlo o juzgarlo. Nada es bueno o malo. Sólo es. No te dejas llevar por alguno en particular, regresas nuevamente al sonido del inicio y estás siendo consciente de tu momento presente.

Comencé a realizar estos ejercicios justamente por esto. Porque siempre he sido visceral y mis emociones me han controlado y no yo a ellas. Creo que todo esto, más que cualquier cosa, es darte un respiro del ajetreo cotidiano. Como ponerlo todo en pausa. Porque es más difcíl llegar a un lugar si no sabes en dónde estás parado. Y es mucho más complicado aún el definirte si no sabes con exactitud qué eres tú. Se trata entonces de reflexionar qué estamos haciendo y si eso nos hace ser lo que somos en realidad. Porque si no nos gusta lo que somos, tenemos la capacidad completamente de modificarlo. Y así podemos llegar a un acuerdo con nosotros mismos para intentar hacer nuestros días diferentes y probar si eso nos funciona. Porque a fin de cuentas se trata de que tu estancia en este viaje, que es la vida, sea agradable, o al menos no una carga.

El árbol entiende la quietud, respira y sabe que su existencia es parte de algo más grande.